“Estoy admirado de cómo sigo cogiendo los regalos que Dios me ha dado -- mi salud, mis dones intelectuales y emocionales-- y sigo utilizándolos para impresionar a la gente, para reafirmarme, y para competir por el premio, en vez de utilizarlos para la gloria de Dios”
Cuando leí esto sentí un vacío en el estómago; alguien que no conocía me había descubierto y me sentía como desnudo en aquel restaurante donde estaba reposando luego de disfrutar mi almuerzo.
Aquellos dones que he recibido, los he tomado solo para mi y los he alejado de su objetivo final, los he alejado de la tierra fértil y he sentido que se están agotando. Aquellas armas finas y afiladas que una vez recibí han perdido mucho brillo y agudeza.
-¿Por qué?- me pregunto.
Porque los he estado utilizando de la forma incorrecta o en el lugar incorrecto. Hoy recuerdo que “ Todo fue creado por medio de él y para él (Col 1:16)”, pero he tomado esos dones y los he puesto en otros lugares, los he puesto al servicio de un mundo explotador que no reconoce en ellos su verdadero valor.
Me he puesto al servicio del mundo que solo le interesa qué le puedo dar y he abandonado de nuevo el jardín, alejándome del árbol de la vida, dejando atrás el trabajo en la villa del Maestro del cual fluyen palabras de vida eterna y quien prometió que de mi fluirían ríos de agua viva para ese mundo donde hay tantas personas muriendo de sed.
Hoy he leído un pequeño texto que me ha logrado despertar en medio del afán diario que no da espacio para que fluyan las ideas, la creatividad y el gozo de estar vivos. Así también espero que este texto haya tocado algunas de las fibras de tu corazón.
Eres una persona bendecida, ungida y destinada a darle sabor a este país que tanto lo necesita. Por eso te invito a que despiertes de tu rutina y comiences a trabajar allí donde tus dones son realmente valorados, allí donde servirán para transformar vidas.
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