Fuimos al Santísimo. Hace mucho tiempo que no iba, mis diferentes ocupaciones me impedían asistir los viernes. Decidí ir aquél día porque sabía que el sábado siguiente no podría asistir a asamblea y me prometí volver a Shekinah este año pues lo tenía en el abandono (no porque no quisiera ir sino porque siempre salía algo que hacer justo en ese horario).
La semana anterior a ese viernes estuve pensando mucho en Dios y en mi relación con Él. Sentía que estábamos bastante distanciados, sentía que no lo sentía, ni veía! Intentaba sentirlo en cada cosa que pasaba como por ejemplo al ver un niño, ver el cielo, ver las flores… Pero no… era imposible, no me producía nada, no podía recordar cómo era cuando era apegada a Dios. Podía sentir de hecho que ya no quería nada con Dios, quería alejarme de Él a pesar de que muy en el fondo era consciente de que eso era IMPOSIBLE. Anteriormente lo había intentado, pensé en no volver a nada que tuviera que ver con Dios pero algo siempre sucedía para que tuviera que ver con Él. Cosas como por ejemplo que llegaba un amigo y me decía que le encantaba ver cómo mi relación con Dios era tan fuerte y que me envidiaba por eso… Aparentemente le sonreía y le decía que él también podía tener una relación así y antes más fuerte que la mía (eso con toda seguridad, más en ese momento) que lo intentara y que oraría por él. Nooo, que gran error!!! A muchas personas les dije que oraría por ellas porque “tenía una muy buena relación con Dios” pfff, que gran mentira. Pero bueno, en medio de todo eso hacía que volviera a recordarlo, a que volviera a pensar en por qué la gente seguía viendo y/o sintiendo eso y pensamientos así…
El caso.. volviendo al Santísimo, esa era mi situación. Llegué y pensé “Tengo que orar, hace rato no lo hago (no tengo cuentas ya desde hace cuánto no tengo oración personal) y bueno.. al fin y al cabo aquí están mis compañeros “servidores”, que oso que sepan que ya no estoy orando, será disimular” y empecé a orar. (que tonto pensamiento pero bueno, fue real)
Al comienzo me distraía bastante, me ponía a pensar en mis cosas y luego esos pensamientos me llevaban a más y más pensamientos. Hasta que llegó lo inesperado, lo impredecible. Llegó Dios como siempre a impactarme como siempre pasa: cuando menos lo esperes, cuando menos tienes ganas, de la forma más auténtica, increíble y única como lo puede hacer sólo Él.
Comencé a sentir que de mi pecho comenzaba a salir algo y se conectaba con una fuerza supremamente fuerte que provenía de algo enfrente de mí, sabía con toda seguridad que ese “algo” era Él, comencé a ver cómo sucedía eso, casi todo se veía rojo, era como si viera mi cuerpo por dentro y cómo se conectaba a su corazón… De repente me sentí llena de un calor infinito, por mí creo que me hubiera desnudado en ese momento del calor tan impresionante que sentía (obviamente no lo hice jaja) y empecé a sentir como me comenzó a llenar. Dios me decía que me estaba impregnando con una gota de su amor porque estaba muy seca, cuando me dijo eso sentí una fuerza muy grande en mi pecho, me sentí tan llena que sentía que mi pecho se iba a explotar, comencé a rogarle que no me diera más amor porque de verdad sentía que explotaría!!! Cuando fue el momento sentí que se acabó esa conexión en el pecho, Él la interrumpió y me dijo que ya todo estaba bien, y aunque dejé de sentir que mi pecho explotaría, me seguía sintiendo exageradamente llena. Dios me empezó a explicar, me decía que yo había decidido empezar a repartir de ese amor que Él me había regalado a las personas que venían a mí a buscar algo de Él pero empecé a secarme terminando hasta la última gota que quedaba, quedándome completamente seca (porque durante ese tiempo dejé de buscar a Dios para volverme a recargar)… eso hizo que no quisiera volver a nada que tuviera que ver con Dios pues había quedado agotada (y con toda la razón creo yo!) Así que lo que Dios hizo ese día, esa noche, fue llenarme, recargarme y hacerme entender mi error y que sin Él no soy nada pues mientras estuvimos conectados no hice más que sentir que mi vida era suya y que sin Él no podría hacer nada.
De repente comencé a sentir unas ganas inmensas de adorarlo, estaba demasiado extasiada, mi corazón no aguantaba las ganas de adorarlo así que comencé a hacerlo se me salían las palabras.
Oh que casualidad (las casualidades no existen ;)) comenzamos a cantar una canción que describía lo que yo sentía en ese momento, de la cual copiaré a continuación su letra para que entiendan lo que sentía y vivía:
Conoces desde lejos cada pensamiento y ya sabes lo que siento sin tenerte que hablar, ni una palabra tú conoces mi angustia.
Conoces desde luego mis debilidades y aunque me esconda en lo oscuro no me oculto de ti, porque lo claro y la noche para ti son lo mismo.
Lo sé, lo sé no lo digas que tu amor es infinito de tu mar de sentimientos me has bañado y la vida me has escrito.
Porque adorarte se me viene del alma y mi amor al compararse parece una semilla de mostaza. Adorarte se me viene de golpe cuando siento, cuando vienes a abrazarme (o a tocarme en mi caso)
Conoces lo feliz que soy contigo cerca sobre todo si me llenas con tus dones de amor, de tus palabras y tus manos yo puedo saciarme.
La canté a gritos, la canté con el alma y con el corazón, no me importaba nada más a mi alrededor, tan sólo éramos Él y yo. De hecho mientras cantaba pensaba en que mi amor al compararse no alcanzaba ni siquiera a ser como una semilla de mostaza, eso era un elogio para mí, mi amor al compararse creería que sería tan grande como un átomo y eso que exagerando.
En fin.. a partir de ese momento sentí que Dios me renovó, sentí que no era una carga “cumplir” con mis deberes católicos (así como lo sentí en este tiempo) sino que era algo que quería hacer por amor a Él como en aquellos tiempos en que éramos felices. Me siento muy feliz con mi papá Dios porque nunca me olvida, porque siempre me consiente y porque siempre sabe cómo sorprenderme de la mejor manera. Soy feliz porque ahora puedo volver a decir con tranquilidad que lo tengo a mi lado y me siento fuerte para seguir adelante. Recordé lo que era estar con Él y no quiero dejarlo perder. Voy a luchar por Él y no voy a dejar que suceda lo mismo que me sucedió esta vez.
Gracias Dios por permitirme sentirte, verte, escucharte. Gracias Dios por amarme y conquistarme una vez más. Gracias Dios por quien esté leyendo esto porque si llegó hasta este renglón fue porque le gustó lo que hiciste en mí.
Y bueno, ahora a saldar esas cuentas pendientes, a orar por aquellos que me lo habían pedido, es hora.
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