Anoche he descubierto que Dios se me ha revelado. Mientras lo descubría he pensado que siempre lo he sabido; es como saber que tienes una nariz, pero hasta ahora se es consciente de ella; tocarla, sentir como el aire entra y sale a través de ella.
He pensado que el Señor pone sueños en el corazón, más la mente pone distracciones. El corazón grita por la libertad que solo la da el conocimiento de la verdad, mas las distracciones me hacen perder el camino. He pensado que en verdad Cristo quiere que tenga una vida en abundancia (Jn. 10:10), pero me debo superar a mi mismo como principal obstáculo entre mis sueños y yo. He recordado que si quiero conquistar el mundo, el primer paso es conquistarme a mi mismo.
He descubierto también que Dios me ha dotado con los talentos necesarios para dar fruto y el corazón atrevido de la juventud muchas veces permite que así sea; pero con el pasar de los años uno se va acomodando, y nos vamos pareciendo a la frondosa higuera llena de hojas verdes y grandes que Jesús maldijo por no dar fruto.
El año anterior estuvimos hablando de los sueños y de la voluntad de Dios en nuestras vidas. Creo firmemente que Dios pone los sueños en el corazón junto con los talentos para realizarlos. Pero hemos de descubrir que que hay algo dentro nuestro que no está de nuestra parte y que debemos derrotar con valentía, constancia, lealtad.
Debemos ser valientes para enfrentarnos a nuestras debilidades, ser constantes para no dejarnos vencer a pesar de caer una y otra vez y lealtad para no renunciar a lo que Dios tiene para nosotros.
Para hoy la invitación es fuerte y clara: Para éste año nuevo, enfrentar con gallardía los retos de nuestro presente para forjar el futuro que Dios quiere para nosotros. Recuerda que las grandes mansiones se han construido ladrillo a ladrillo; así pues, te invito a que éste año coloquemos unos cuantos "ladrillos" para construir la persona que quieres de ti.
Y la invitación de siempre a que leas la Palabra de Dios y verás que allí también hay una revelación para ti.
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